viernes, 19 de agosto de 2011

La Escribiente y el Escritor por LUIS ESPECHE

Apenas se corre el telón nos invade una atmósfera de deterioro y decadencia generalizada. Son las espectrales ruinas de aquel primer mundo que había perecido antes de nacer. Despojos que son más que muerte, sujetos chapoteando entre las flores marchitas. El destacamento policial va dibujando un crepúsculo mortecino muy familiar.


En él se distingue una escribiente, mecanizada desde la vértebra hasta los bucles y con un acento balcánico algo siniestro. Luego aparece en escena el comisario, implacable en su violencia y más frío que un témpano. El espíritu del odio poseerá sus conciencias y los confrontará, ella ponderando la “limpieza étnica” de su Europa Oriental, y él, la “depuración ideológica” de su dictadura del 76. Pero la violencia los seduce y los desnuda frente a frente, los cuerpos no resisten mucho tiempo y se enlazan en una vomitiva comunión.


De pronto arriba un infractor travestido de afamado escritor. Sospechoso por excelencia, es pesquisado una y otra vez, juzgado, hallado culpable, y sentenciado a morir de miedo. Sin embargo, fiel a su misión, el narrador empieza a escribir y a infringir su propia condena adueñándose del relato, diseñándolo a su antojo y enamorando perdidamente a la robótica escribiente. Aunque junto con ello es traído del infierno genocida el recuerdo de un amor enfermizo y demencial de la mujer.


La escribiente ahora escribe enamorada, escribe la novela más sorprendente que se haya imaginado, la de sus vidas buscando ser libres, aunque más no sea de a bocanadas. Pero el comisario, y junto con él, el propio pasado de represión, prohibición y locura los asecharán constantemente mezclando ficción y realidad, confundiendo sueño y pesadilla en una especie de ruleta rusa. Por supuesto, el disparo siempre dará en el lugar equivocado, llevándonos finalmente a una paradójica victoria del amor, agridulce y curiosamente realista.


La Escribiente y el Escritor tal vez nos hable de cómo nuestras subjetividades pueden ser afectadas por las distintas aberraciones sociales. Conciencias esquizoides, cuerpos cautivos, sueños desmembrados y vidas enajenadas pueden no ser mucho más extraños que nuestros propios sentimientos al amar, vivir y soñar en este mundo.